domingo, 25 de abril de 2010

Evolucion


Hace un tiempo, en una charla informal escuché decir a una persona que tenia muy poca fe o esperanza (no recuerdo bien el término que uso) en la especie humana y que nos hemos ido empobreciendo como personas a través del tiempo. Todo surgió a partir de un comentario sobre la escultura renacentista "Moises" de Miguel Ángel y la comparación con el desarrollo del arte en la actualidad. La verdad es que me sentí confundido y contrariado por semejante afirmación.

Hoy regresó a mi mente esa anécdota cuando leí el articulo de Alejandro Rozitchner sobre la evolución de las persona que me devolvio la seguridad en sentir que tengo Fe y esperanzas en la "especie humana"


Me despido con el optimista juicio a la evolución realizado por el filosofo Jorge Semprún: " Así como el siglo XX estuvo dominado por la cuestión de la transformación de la sociedad, podría ser que en el siglo XXI prevalezca la cuestión de la transformación de la especie".



Nuevas y mejores formas de ser persona


Por más que sigamos emperrados en dar una imagen negativa del curso de los acontecimientos humanos, lo cierto es que las sociedades avanzan constantemente. Más allá del incremento en la expectativa de vida, rasgo innegable de cierta evolución de nuestro mundo, otro de los rasgos más notables de este avance es la emergencia de un nuevo tipo de persona, cuyas capacidades superan a las de las personas tradicionales en términos de independencia, autogestión, creatividad y plenitud personal. ¿Suena extraño lo que digo? Me parece que no se trata tanto de que aluda a un fenómeno dudoso, sino que no sabemos leer la realidad correctamente.
Nuestro pensamiento atrasa. Atrasa y usa los lentes de la negatividad, que hace que todas las cosas luzcan feas y defectuosas. El truco de nuestra inteligencia es señalar fealdad y deterioros por todas partes, siendo la persona que logra la mayor expresión negativa la que parece más inteligente. La inteligencia crítica, adiestrada en años de rechazo del mundo, de descalificación de la sensualidad y de la plenitud vital, entrenada en una visión desconsolada y pobremente religiosa, impide tanto la conciencia de muchos procesos positivos que estamos viviendo como su desarrollo e intensificación.
Claro que la naturaleza, de la cual formamos parte como animales que somos (animales raros, capaces, distintos, pero animales al fin, inteligentes mamíferos sexuales y digestivos) no genera evoluciones veloces, pero hay cambios culturales notables que pueden ser reseñados con bastante claridad.
¿A qué me refiero cuando digo que hay un nuevo tipo de persona?
A que hoy en día la aventura individual es más posible que nunca, que las posibilidades para cada uno de nosotros han crecido hasta superar límites que parecían infranqueables.
A que las instituciones son desafiadas a que prueben su utilidad, antes de ser obedecidas ciegamente y en detrimento del desarrollo personal.
A que cada vez más los individuos prestan atención a sus emociones y necesidades, antes de acudir a las formas convencionales que antes regían nuestras vidas.
A que la autenticidad se abre paso en todos los ámbitos, propagando la informalidad y la aparición de verdades personales (en orientación sexual, gustos, preferencias, decisiones de vida) que antes no eran tan posibles.
A que el avance en las formas de la crianza permite que los chicos crezcan en un entorno de comprensión y amor superior a todo lo conocido.
A que en vez de mirar el más allá en un gesto de renuncia hoy somos más sagaces en la observación de nuestro concreto más acá.
Sí, claro que mi temeraria afirmación puede ser discutida y relativizada, pero vale la pena explorarla con detalle, porque entender estas evoluciones inadvertidas nos va a dotar de una mayor capacidad para potenciarlas y disfrutarlas.
Y sí, es cierto que este movimiento genera problemas, que produce riesgos y que tiene como contrapartida cierto desorden, social y personal. Pero este desorden es también en muchos casos creativo y poderoso, un magma de sentidos del que surgen constantemente nuevas posibilidades y nuevas formas positivas de vida humana. Vamos a cerrar este artículo con un ejemplo, para poder pensar las cosas de manera más concreta.
Winnicott, el psicoanalista inglés, señala que las dificultades de las juventudes actuales radican en que ya no es aceptable una respuesta rápida e impersonal a la pregunta básica de todo sujeto: ¿quién soy, qué quiero yo? En épocas en las que la tradición, el deber y el sacrificio tenían más peso, la respuesta se daba según la costumbre, desde la norma. Se era lo que se debía ser, no se trataba de dar una versión propia sino de sumarse al plan establecido. Hoy, en nuestra cultura, dotada de una enorme dosis de libertad, cada persona intenta responder indagando en su propia forma de ser, buscándose a sí mismo más allá de cualquier respuesta estandarizada.
Winnicott acepta que esta exploración conlleva ciertos peligros, que se trata de una experimentación personal de la cual no sabemos qué puede esperarse, y que no siempre termina bien. Pero también señala que de este proceso surgen individuos mucho más logrados, enteros, realizados, plenos, que de la antigua costumbre de adoptar una forma convencional e inauténtica.


Vivimos en un mundo nuevo, cargado de posibilidades y recursos. Tenemos más libertad de la que somos capaces de usar. Tratemos de estar a la altura de lo que esta nueva vida nos ofrece.


Alejandro Rozitchner es escritor, filósofo y novelista,.